Nuova collaborazione Casa della poesia e il Fatto Quotidiano
04/04/2011

Salvazione della terra

Salvazione della terra Salvación de la tierra
A Tito Furnari


PIOVE graziosamente. Generosa-
mente piove. E la terra lo gradisce.
Cantano gli infantili spazi verdi,
Canta l’azzurro profondo dei monti,
canta il labbro scarlatto che ha chiamato
con gratitudine la pioggia;
canta la terra in labbra che la chiamano
ancora con stupore, terra madre
che fiorisce in sorrisi, nel bagliore
delle labbra infine, infine così umide.
Piove graziosamente e ti ricordo,
sotto l’ombrosa pergola, nell’ardente
notte di primavera castigata
dall’assenza di brezze,
ai piedi del fuoco, avvolto dal fuoco
lasciato dal sole e dal labbro raccolto.
Piove profondamente e ti ricordo,
con le labbra morse dai versi
dell’ardente Dante,
fumo e parola insieme e vino audace,
esiliato ai piedi dei vulcani,
maledetto dai savi che interdicono
poeti e menadi
dall’infame repubblica dell’ordine.
L’ordine! L’umano
rancore si erge a norma ed a castigo,
ma non capisce il cielo,
mai capisce la terra né i palpiti
di un battito che si agita
alla bellezza effimera ed al tatto
d’una mano o di pioggia sulle guance.
La pioggia a suo capriccio
lungo il mio viso scende
e a suo capriccio lucida i roseti,
e gli abeti, e le palme,
che cantano parole sussurrate
dal profondo silenzio della terra.
Piove graziosamente, con l’azzardo gioioso
del trillo e del silenzio innamorato
di chi guardò e sospira,
e le pietre ripetono
lo sfiorare delle acque,
ed i rami s’accendono
con le luci più tenui
delle umili vite,
e ti ricordo avvolto dal fumo,
con le labbra ferite dai versi
del silente Leopardi,
cantando con la terra che si salva
con la pioggia ed il verso,
con la danza e la pioggia,
con la pioggia e la pioggia,
mentre passa il rancore al nostro fianco
di quei vecchi falsari senza oblio.
A Tito Furnari


LLUEVE graciosamente. Generosa-
mente llueve. Y la tierra lo agradece.
Cantan los anchos verdes infantiles,
canta el azul profundo de los montes,
canta el carmín de un labio que ha nombrado
con gratitud la lluvia;
canta la tierra en labios que la nombran
con asombro otra vez, la tierra madre
que florece en sonrisas, en los brillos
de los labios por fin, por fin, tan húmedos.
Llueve graciosamente y te recuerdo,
bajo la parra umbría, en ardorosa
noche de primavera castigada
con ausencia de brisas,
al pie del fuego, envuelto por el fuego
que el sol dejó y el labio recogía.
Llueve profundamente y te recuerdo,
con los labios mordidos por los versos
del ardoroso Dante,
humo y palabra al par y vino ardido,
desterrado a los pies de los volcanes,
maldito de los sabios que proscriben
a poetas y ménades
de la infame república del orden.
¡El orden! El humano
rencor se erige en norma y en castigo,
pero no entiende el cielo,
nunca entiende la tierra ni los pálpitos
de un pulso que se agita
con la belleza efímera y el tacto
de una mano o la lluvia en las mejillas.
La lluvia por mi rostro
resbala a su capricho
y a su capricho lustra los rosales,
los abetos, las palmas,
que cantan las palabras susurradas
desde el hondo silencio de la tierra.
Llueve graciosamente, con el azar risueño
del trino y el silencio enamorado
de quien miró y suspira,
y repiten las piedras
el roce de las aguas,
y las ramas se encienden
con las mínimas luces
de las vidas humildes,
y te recuerdo envuelto por el humo,
con los labios heridos por los versos
del silente Leopardi,
cantando con la tierra que se salva
por la lluvia y el verso,
por la danza y la lluvia,
por la lluvia y la lluvia,
mientras pasa el rencor a nuestro lado
de los viejos falsarios sin olvidos.
Rosario Trovato