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04/04/2011

Ricordo di fratello

Ricordo di fratello Recuerdo de hermano
Finalmente ho scoperto a palmo a palmo
com’è la superficie dei tuoi giorni
e, ardito, ho dovuto attraversare
le montagne di nubi coronate
e gli oceani ruggenti e schiumosi,
fino a giungere al punto
di cui non sai niente,
anche se le tue orme spirituali
le vedo e sento in tutte le frontiere,
dove pure giammai ti sei trovato.

Neppure il lieve ronzio delle mosche
quando solo rimani d’improvviso
dopo che tutti escono di fretta
a far le loro cose quotidiane,
lontano da te e perciò contenti:
l’assenza di rumore
si sente pure qui,
ed è il grande silenzio che compare
e riesce ad annidarsi tutt’intorno
come se al posto mio, tu ci fossi.

Il pavimento, queste mura, il vuoto
sono come cose tue corporee,
che in te si sono stese fino a fare
con te e con la stanza un solo blocco
tutto di calce, sabbia, carne e anima
e giacché interamente
è stato ricostruito
così lontano dove oggi mi trovo,
finalmente capisco e misuro
il tuo quadrato il tuo cerchio, il tuo mondo.

Anche se così entro in questa replica
della tua stanza in questo luogo oscuro
dove sono come chiodo nel legno
immobile, esattamente solo
come sei tu nel tuo recinto proprio,
che non varcò la soglia,
come fanno gli altri,
e di te molto presto m’allontano
mentre appartato in un angolo giaci;
e tuttavia in me sei riprodotto.

Mai più dunque ti giro io le spalle,
e come se nel passato entrambi siamo
nella culla, in camera e a casa
sotto gli occhi dolcissimi materni,
come legati da una stessa fibra:
e la sfera fatale
e la sfera felice
(tua e mia) si uniscono e la casa
di papà e mamma è come ieri,
di nuovo in loro compagnia e sempre.
Al fin he descubierto palmo a palmo
cómo es la superficie de tus días,
y he debido cruzar osadamente
las montañas ceñidas por las nubes
y espumosos océanos que braman,
hasta llegar al punto
del cual tú nada sabes,
aunque allí tus espirituales huellas
diviso y palpo en todos los confines,
donde nunca has estado ni un instante.

Ni de las moscas los zumbidos leves
cuando solo te quedas de improviso
al salir cada cual afuera rápido
a hacer las cosas de la vida diaria,
contentos porque así de ti se alejan,
que tal falta de ruido
acá también se siente,
y es ese gran silencio que aparece
anidándose en los alrededores,
como si en vez de mí estuvieras tú.

Esos muros, el piso y el vacío
son como cosas corporales tuyas,
que en ti se han extendido hasta formar
contigo y con el cuarto un bulto único
todo de cal, arena, carne y alma;
y como por completo
reedificado ha sido
en lo remoto en que me encuentro hoy,
y allí dándome cuenta mido al fin
tu cuadrado, tu círculo, tu mundo.

Aunque así sea ingreso en esta réplica
de tu cuarto en un pardo sitio acá
donde soy como clavo en la madera,
immóvil, solitario exactamente
como tú en tu mismísimo recinto,
cuyo umbral no traspaso
e igual como los otros
allá de ti me aparto muy temprano,
y arrinconado yaces en un ángulo,
pero acá estás en mí reproducido.

Pues nunca más te vuelvo las espaldas,
y como en el pasado ambos estamos
en la cuna, en el cuarto, en lamorada
bajo los dulces ojos maternales,
tal ligados por una fibra idéntica;
y la esfera fatal
y la esfera feliz
(la tua y mía) se unen y es la casa
de papá y mamá, ern cuya compañía
de nuevo como ayer, y así por siempre.
Martha L. Canfield